jueves, 3 de septiembre de 2015

Confesiones.

Sentado en el sillón de terciopelo verde, en el mismo cuarto al que llego hace 10 años, Kaleb le confesaba a Rebeca, que hace un año se había enamorado de otra mujer, o mejor dicho, había reflotado un sentimiento hundido en el recuerdo de su pasado juvenil. Ella, escuchaba casi sin mirarlo a los ojos, y dentro de su cuerpo oía la misma voz que le advertía cuando sus corazonadas eran ciertas. No quiso llorar, ni tampoco imaginar, solo se lamentó que no se equivocaba en sus presentimientos. Kaleb sintió que ya no cargaba el peso de una culpa tan grande, pero sabía, que perdía para siempre el amor de su bella esposa. 
Aunque no era necesario contarlo, supo que el destino tenía tejido algo que no se le había revelado aún, afuera la ciudad era tan callada como la mirada de Rebeca, y el sonido de la lluvia de otoño acompañaba como fondo musical las confesiones, Rebeca le dijo que amaba a un rabino hace muchos años, y que la casualidad los había vuelto a reunir, y que aunque no habían tenido contacto físico, sabía que el no le haría sufrir como Kaleb. 
Ambos, sintieron en sus almas, la paz y tranquilidad de decir la verdad y entendieron que sus vidas no serían las mismas, apagaron las velas y se entregaron a la pasión de sus carnes por última vez. Cuando terminaron, el sueño hizo lo propio, y al amanecer Kaleb dejo el lecho, y se encaminó a buscar al amor que dejo una vez, nada le aseguraba que podía volverla a ver, pero hoy como hace 100 años, la esperanza es lo último que se pierde.


Zeta -

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